Mario Aguirre Godoy: El padre de la jurisdicción voluntaria


La vida de Mario Aguirre Godoy fue un recorrido apasionante por la historia de Guatemala: desde la creación del Código Procesal Civil, hasta la quema de la embajada de España. El doctor Aguirre Godoy es un personaje clave en la historia del derecho guatemalteco y uno de los artífices de los códigos que modernizaron al sector justicia.

Marta Sandoval

De niño, Mario Aguirre Godoy vio a su padre ejercer la profesión de abogado en secreto. La policía rondaba constantemente su casa, se apostaba frente a su puerta y no le quitaba el ojo de encima a su papá. La carrera de derecho se formó entonces en su mente infantil como algo prohibido, peligroso, que le podía costar la vida. Quizá fue eso, la atracción que las cosas prohibidas causan, o quizá fue el amor con que su padre se dedicó a su profesión, contra viento y marea, lo que lo hizo convertirse en letrado. Vendrían, para él también, años difíciles.

Ser abogado y notario no es fácil, ya lo sabía, sin embargo, llevó la profesión con orgullo, con honorabilidad y dejó a Guatemala un legado grande y valioso. Enfrentarse al peligro valió la pena.

Mario Aguirre Godoy nació en Jalapa en mayo de 1927, su madre era Elisa Godoy y su padre Antonio Aguirre, presidente de la Sala de Apelaciones de Jalapa. Cuando Mario era pequeño su padre fue nombrado magistrado de la Corte de Apelaciones de lo Penal, en la Ciudad de Guatemala, así que la familia se trasladó a vivir a la zona 1 capitalina. Los problemas empezaron cuando a don Antonio le pidieron que declarara culpable a un hombre que a su criterio era inocente. Se negó rotundamente y lo absolvió. Cuando Jorge Ubico se enteró, lo mandó a llamar a su despacho. Frente al dictador, don Antonio no se acobardó, a pesar de la figura de poder, que causaba escalofríos en la gente, no aceptó dar una sentencia injusta. Ubico enfureció y no solo lo sacó a gritos de su oficina, también le prohibió volver a ejercer su profesión.

Don Antonio no se dejó amedrentar y, ayudado por un colega, siguió trabajando en secreto, aunque la vigilancia policial duró 14 años, hasta el día que cayó la dictadura de Ubico.

Vida universitaria

Mario Aguirre Godoy Estudió en el Instituto Central para Varones y más tarde en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

La revolución de 1944 lo encontró recién graduado de maestro y listo para tomar las clases de Derecho. La Historia se iba escribiendo a su lado y él formaba parte de ella. Durante su vida universitaria recibió dos veces el Premio a la Excelencia Académica y escribió artículos y ensayos que dieron de qué hablar en la facultad.

Su popularidad era tal, que en 1949 un grupo de alumnos mayores que él lo invitó a formar parte de un viaje a Chile, para presentar en la Facultad de Derecho sus ponencias. Le pidieron que llevara sus estudios sobre el caso Belice y el joven Mario aceptó encantado. Solo tenían un problema: necesitaban fondos para hacer el viaje. Ese mismo año, el presidente Juan José Arévalo pronunció una frase que lo hizo famoso y que fue después el título de uno de sus libros: Viajar es vivir. Era la excusa perfecta para pedirle a él que los ayudara a «vivir».  Arévalo los recibió en su despacho y estuvo anuente a ayudarlos, les ofreció prestarles un avión de la Fuerza Aérea Guatemalteca, pero ellos debían costear el combustible.

Fue la primera, de muchas ocasiones, en las que Mario Aguirre viajó para representar a Guatemala o para ofrecer ponencias en congresos de alto nivel.

«Fue un científico reconocido, no solo nacional, internacionalmente también, de los pocos que en Guatemala han sobresalido a nivel internacional», recuerda el doctor René Villegas. «Fue mi maestro durante dos años en la facultad, yo particulamente le tenía un gran aprecio. Era un excelente maestro. El doctor era especialista en casación civil y todo lo que yo sé de casación se lo debo a él. Era un hombre extraordinario, un hombre sencillo y honrado, de muchísimos méritos».

En marzo de 1951 se graduó con honores de abogado y notario, su tesis, sobre derecho procesal penal, recibió el premio a la mejor de su promoción. Continuó sus estudios en la universidad de Michigan, donde obtuvo su máster en leyes.  En 1958 se mudó a Madrid para obtener un doctorado en Derecho.

De regreso en Guatemala, con toda la formación académica necesaria, Mario Aguirre Godoy trabajó en un documento que cambiaría la historia del país: el Código Procesal Civil y Mercantil. La creación de este código supuso un antes y un después en materia legal de Guatemala. Junto a él laboraron José Morales Dardón y Carlos Enrique Peralta.

«El doctor Aguirre Godoy y Mario Nájera son los dos grandes pensadores que se sientan a crear el Derecho Procesal Civil guatemalteco. Porque si bien es cierto, había mucha doctrina, mucha teoría que se estaba escribiendo en el mundo, lo más notorio era que en el país se necesitaba crear nuestra propia idiosincrasia en el derecho. Guatemala no tenía todavía reconocido como ciencia autónoma el derecho procesal, sino que se llamaba La Ley de Enjuiciamiento civil», explica el abogado Alejandro Balsells.

un gran profesor

La mayoría de su carrera profesional la dedicó al servicio de los estudiantes. Fue profesor de la universidad de San Carlos incluso antes de graduarse, ya que le faltaba un año cuando lo llamaron para que impartiera Derecho Penal. Más tarde se integró también al claustro de la Rafael Landívar. «El doctor Aguirre se caracterizó porque dejó una vasta obra, tanto en derecho procesal civil, como en la docencia universitaria a la que siempre estuvo ligado. Él no se cansó de escribir y enseñar», cuenta Balsells.

En los años setenta escribió también sus Tratados de Derecho Procesal Civil, libros de texto que han sido estudiados por generaciones de estudiantes de Derecho y que se siguen usando a la fecha.

En 1977 Guatemala empezaba a levantarse del terremoto que devastó al país y, en medio de la reconstrucción, se realizó el Congreso de la Unión Internacional de Notariado Latino. Fue el escenario perfecto para un nuevo logro en la carrera de Mario Aguirre y un legado indispensable para el país: La Ley de Jurisdicción Voluntaria. El colegio de abogados, presidido por René Villegas Lara, le encomendó la misión de redactar el proyecto de ley que ayudaría a descongestionar los juzgados y que daría nueva vida a la profesión de notario.

Su carrera profesional fue siempre en ascenso. En 1992 fue nombrado presidente del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala y en 1995 fue presidente de la Corte Suprema de Justicia.

«Fue uno de los pioneros en las distintas áreas, tanto del notariado como en los procesos civiles en la legislación guatemalteca. Tuvo la oportunidad de especializarse fuera del país y obtener su doctorado fuera de Guatemala y regresó a ser asesor de algunas instituciones del Estado, a coadyuvar a elaborar ciertas normas que todavía permanecen vigentes», explica Jorge Mario Andrino, que trabajó con él recientemente. «Trabajamos en una comisión que se creó para crear un nuevo código oral en todas las materias que no eran penales, él lideró el grupo de expertos que redactó una propuesta, que fue entregada a la Corte Suprema, pero que desafortunadamente no tuvo el apoyo político para convertirse en ley, todavía sigue en proceso de discusión», cuenta.

«Se mantenía en contacto con organizaciones internacionales vinculadas a los estudios académicos, entonces era un profesional muy respetado, invitado constantemente a disertar, no solo en nombre de Guatemala sino muchas veces en representación del continente» relata Andrino.

Dos tragedias en carne propia

Dos hechos históricos trágicos marcaron la vida de Mario Aguirre Godoy, el primero fue el atentando de la guerrilla en el que falleció su padre. Ocurrió en mayo de 1965, al lado de la casa donde vivía la familia, en la 7 avenida de la zona 1. Su vecino era el secretario de prensa del presidente Peralta Azurdia, por lo cual un policía se mantenía apostado frente a la vivienda. Una noche Mario y su padre escucharon gritos, después balazos. El guardia había disparado, no sabían contra quién. Don Antonio Aguirre salió de prisa, se encontró con su vecino herido y sin dudarlo corrió en su auxilio. En ese justo momento explotó una bomba que los guerrilleros acaban de lanzar. Lo llevaron de inmediato al hospital, pero nada se pudo hacer, falleció ese mismo día.

A Mario Aguirre le costó sobreponerse de esa tragedia, viajaba a Amatitlán, a nadar, para tratar de relajarse. Siguió con su vida docente y su trabajo profesional intentando recuperarse del golpe.

Según cuenta su hijo Mario Aguirre, también abogado años más tarde, en 1980, le tocaría vivir en carne propia la crudeza del conflicto armado interno. Fue un jueves de enero, tenía una reunión en la embajada de España, porque junto a otros letrados querían pedir apoyo al embajador para realizar en Guatemala las Jornadas Internacionales de Derecho.

A eso de las diez de la mañana estaban todos reunidos con el embajador, cuando su secretaria irrumpió de golpe en la sala, le dijo que unos campesinos y estudiantes sancarlistas habían tomado las instalaciones. El embajador pidió a sus invitados que le esperaran y salió a resolver la situación. Desde la ventana, Mario Aguirre vio cómo un gran grupo de personas se reunía frente a la sede diplomática. Pensó en su vehículo, parqueado justo en esa calle, intuyó que la situación podría tornarse violenta y que podía pasar mucho tiempo sin poder salir, así que buscó un teléfono y llamó a casa, pidió que, con las llaves de repuesto, se llevaran el carro de allí. Minutos después, llegaron sus hijos para cumplir con su petición.

Volvieron a casa pensando que en unas cuantas horas su padre llamaría para pedir que fueran a recogerlo y que las cosas no pasarían a más. Pero no fue así. Esa tarde la radio y la televisión daban la noticia de que la embajada estaba en llamas.

La familia corrió a la zona 9. Mario, el hijo mayor, logró saltar el cerco policial y llegó a la fila de cadáveres colocados en el suelo, cubiertos por sábanas. Uno a uno fue destapándolos, con la aflicción de saber que en cualquier momento podía encontrar el rostro de su padre. Llegado al último suspiró aliviado: no estaba entre los fallecidos. Así que fueron de inmediato al hospital Herrera Llerandi, a donde estaban llevando a los heridos: tampoco se encontraba allí. Volvieron a la embajada, tratando de hallar respuestas, cuando se encontraron con la periodista María Eugenia Gordillo, ella les confirmó que a su padre se lo había llevado la policía judicial.

Horas antes, los manifestantes habían tomado la sala donde estaban reunidos los abogados. «No dejen salir a nadie», fue la orden. Mario Aguirre se quedó cerca de la puerta, apretando su cuerpo contra la pared, tratando de pasar inadvertido. De pronto uno de los hombres notó que alguien había logrado salir de la sala, así que abrió la puerta para ir a buscarlo, Mario Aguirre aprovechó el momento para escabullirse hasta que logró llegar a las gradas, allí un policía le detuvo el paso: «espósenlo», ordenó. Mario intentaba explicar que él era rehén, que no tenían por qué capturarlo, fue hasta que uno de los inspectores de policía lo reconoció que le abrieron el paso.

Pasó la madrugada en la policía. Su familia se mantuvo frente al edificio todo el tiempo, hasta que lograron sacarlo.

Esa experiencia le marcó para siempre. Después de ese día no volvió a ser el mismo. Años más tarde le contó a su hijo Mario con detalles todo lo que había ocurrido.

Mario Aguirre Godoy falleció en febrero de 2023, dejando un valioso legado para el derecho guatemalteco.

«Era una persona muy afable, muy sonriente, para mí fue todo un privilegio y un honor trabajar con él, tuvo mucha empatía conmigo para poder tener discusiones, aprendizaje. Pero no era solo conmigo, sino que lo hacía con quienes estábamos alrededor y una persona que inspiraba muchísimo respeto», opina Andrino.